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domingo, 5 de enero de 2014

Cristianismo verdadero y ecumenismo.


Cristianismo verdadero y ecumenismo.

Las estadísticas muestran que los cristianos verdaderos somos una minoría en cada país. El evangelio de Cristo nunca ha sido fácil; el pecador rechaza tener que enfrentarse con la ira de Dios y no acepta que es digno del castigo divino.
El evangelio aguado de la religión moderna es un ídolo que no puede ser cuestionado so pena de ser llamado hereje. Quien llame a los pecadores al arrepentimiento y a los cristianos a examinar su fe y legitimidad es llamado legalista y lleno de error.
Es en medio de este convulso entorno que muchos hemos decidido seguir al Señor, no importa el costo, servir a la Iglesia verdadera, y ser fieles a Aquel que nos ha llamado “con llamamiento santo”; pero voces de unidad y fraternidad “ecuménica” suenan en cada esquina. Además de todo lo anterior, quien no “confraternice” con todos los demás es sectario.
Sin embargo, cabe preguntarse. ¿Qué es la unidad cristiana? Si la Iglesia es columna y baluarte de la verdad. ¿Por qué no estamos más unidos? La respuesta es sencilla: porque aunque todos llevemos el nombre de “cristiano”, no todos apellidan “verdadero”. Una iglesia que no crea en la completitud, inerrancia, infalibilidad y perfección de Las Escrituras; que tenga como revelación cualquier discurso moderno claramente contrario al evangelio de los apóstoles; que haya cambiado el sufrimiento cristiano por el placer y la prosperidad; que adore a Dios no bajo los términos divinos, sino bajo sus propias concepciones y preceptos humanos; que sustituya la piedad y constancia cristianas por alborozo falaz; no es sino sinagoga del Diablo.
Los cristianos nos unimos no porque tengamos cosas en común, sino porque somos hijos comunes de Dios. No tenemos un dios común, o una ideología común que nos une. Dios no es el factor común entre los cristianos, es el todo; nosotros somos sus hijos si verdaderamente le amamos como Él nos manda; por eso es que ese ecumenismo moderno es imposible. No tenemos a Dios, Él nos tiene a nosotros. Nada tienen en común la luz y las tinieblas. Sólo los verdaderos seguidores de Cristo podemos unirnos, porque Dios es uno y nosotros somos uno en Él. Buscarnos es imperativo; amarnos, perdonarnos, edificarnos mutuamente, extinguirnos juntos en el servicio a Dios.
Roguemos a Dios por la unidad de los cristianos verdaderos, sólo ellos podrán decir: Sí, ven pronto, Señor Jesús.